Ya quisiera más de uno haber pasado la cuarenta como la he pasado yo, sinceramente. No me quejo.
Me quité las redes sociales durante la primera quincena; dejé de ver las noticias; leí a mi Dan Brown queriro. Todo para evadirme de una realidad que nos estaba aplaudiendo la cara. Y es que todo era caos, todo giraba demasiado rápido
Pero claro, dentro de mis casi 150m2 todo estaba bien, sobre todo la familia. No ha faltado el trabajo, pasó la desgracia raspando, pero ni ha faltado ni falta. Todos los días, un plato distinto a la mesa, siempre a elección. Gimnasio propio con un TRX de 20€ y una esterilla de 4’99€. Se confirma que los absominales inferiores se pueden marcar. 9 semanas. Y vuelta al redil.
Nunca habría dicho que echaría de menos ir a la oficina; allí pasan cosas y hay caras, y gente y muecas… pero así es, lo echo de menos. Echaba de menos el bar, las risas y las ansias de que fuese Viernes a las 20h…
Pero la desescalada no ha sido tal y como la había imaginado. No han habido alegrías de verse… no han habido celebraciones a la supervivencia… no han habido planes a futuro ni botellas de vino compartidas… no, que yo haya visto.
No, porqué hay que tener precaución, salimos con el virus no del virus. No, porqué es muy pronto, la gente estará ansiosa, ya para cuando se calmen las ganas. No, porqué es que ya no sé si quiero… No, porqué no es el contexto.
Siempre he pensado que el mundo gira por contextos, o como una gran informática que no soy diría: por batches. A lotes, como los packs de 2 indivisibles de cremas de verduras Hacendado. Un lote por aquí, un lote por allá… Y ¡crak!… el lote sí era divisible… microperforadamente (que es una palabra preciosa que me acabo de inventar).
Y ¿Dónde quedas tú? Puedes ser de esas que «pero vamos a ver no te rompas, que quería el pack» o de esas de «anda mira se ha roto solo»… la cual tiene dos vertientes: o caes en el carrito de la compra o te quedas volcado, de lado en la estantería, viendo los contextos rodando a tu alrededor, inmóvil, perplejo, viendo como todo pasa y, si pasa, no saluda. Total, eres una crema de verduras, que no vas a ser ni RealFooder.
Y ya le das más sentido a ese pensamiento que rondaba durantes tantos días. Ese que te decía, venga ya tolai, no madrugas, tienes trabajo, vas en chandal y tienes 24 maravillosas horas con tu Mishi, ¿de qué te quejas?. Subes la apuesta con, si bien no ves nada más que el gotelé de la pared, tampoco ves packs indivisbles marchando juntos, de la mano, hacia un lugar mejor, como un microondas que las caliente.
Y es que la realidad no para de aplaudirnos en la cara. Y es por eso que, las ilusiones, se quedan en los VHS de los 90’s llamados «Colección Premium Disney». Y es que, de la palabra ilusión, viene iluso/a. Y de la palabra iluso, vienen las nubes internas. Y una lluvia que va y viene… como el primer mes de cuarentena, que no dejó de llover, pensando en lo que había fuera y nos estábamos perdiendo, no dejó de llover. Ahora hace sol, traspasemos las nubes a su lugar correspondiente: a donde estaban antes de la pandemia, pero lo habíamos olvidado.
Informática utópica... tanto que me gustaría que los que mandan no fueran los que son... que el dolar empapelara paredes y las sonrisas llenaran bolsillos...