El término no es mío, pero me gusta tanto…
Hace ya casi un año, leí en el periódico «El País» una carta a la directora que me dejó con la mano en la barbilla y mirando hacia arriba. Y con la empatía al máximo nivel y el corazón blandito.
El título de la carta a la directora tenía un título bastante llamativo que, de entrada, no entendí: «La felicidad del segundo violín». Yo no sé de violines. Yo sé de pocas cosas, pero las que sé, las sé bien. Y, ojo, ahí está una de las claves.
La carta cuesta un minuto de leer y es lo más dulce que podrás leer hoy: mi hija quiere ser segundo violín, no primero. Va a acompañar al primero, desde la retaguardia formando melodías con sus manos y su gran saber hacer. Y eso, amigos, parece que no está bien visto en este mundo.
Y es que es verdad. En esta sociedad tan bussines, tan cosmopolita, tan jaula de tiburones y tan «buscamos expertos en…» solamente caben los primeros violines. O el experto en marketing, o el experto en Java, o el experto en limpiar peces… lo que sea, pero el número uno. Y, al final, se convierte en una jaula de tiburones oliendo sangre a centímetros de distancia. Todos a por la presa, a por la medalla, a por el «ser referente», a pisar y dar codazos para encabezar la fila de… ¿De qué? ¿encabezar la fila del que más curra? ¿Para qué? ¿Para el sistema del capital en el que vivimos?
Ojo, no digo que no debamos ser productivos, es que no se puede vivir de otra manera. No digo de vivir en la mediocridad, aunque se esté cómodo en ella. Digo, ser bueno cada uno en lo suyo y, si te llega el momento de destacar o, incluso, realmente quieres ser primer violín, adelante. Que nadie te pare, lucha por ello. Pero no menosprecies a la melodía del fondo que estamos acompañándote en cada uno de tus acordes. No menosprecies a tu compañero de trabajo que está empujando desde la sombra, en más o menos silencio, es más, si para brillar tú vas a apagar el resto, tu sitio no es ser primer violín, jefe de proyecto o regente en una mercería… tu sitio es en la calle pensando en qué estás haciendo y en cómo has llegado a ser un sapo y un ser deleznable.
Dejemos de premiar solamente a los número uno, porqué para eso, debe haber un número 2, y para eso, un número 3 y, así, hasta que cubras una orquesta, una oficina o una charcutería. Animemos a ser lo que cada uno quiera, pueda o llegue a ser, pues hacer crecer a niños y niñas con las expectativas tan altas, solamente puede llevar ansiedades, decepciones y fracasos escolares. No lo digo yo, está claramente demostrado.
Eso sí, lo que hagas, hazlo bien, desde el corazón y porqué te llena como persona. ¿Que te llene como profesional? Esta parte, tendremos que pensarla bien, igual en otro post.
Y sigamos animando y empujando a los segundos violines. Porqué si no, nos vamos a caer, abandonar y a desperdiciar la oportunidad de escuchar una sinfónica con un fondo de violín magnífico porqué, recordemos, no hay primer violín si no hay un segundo.
Informática utópica... tanto que me gustaría que los que mandan no fueran los que son... que el dolar empapelara paredes y las sonrisas llenaran bolsillos...