…que es gerundio. Y necesario.
Pero, ¿Qué es eso de la relatividad? No hablamos de Einstein a principios del s.XX, no. Hablamos de relativizar, lo cual supone y significa poner en relación una cosa con otra, una frente a otra pero, ojo, importante, no una encima de otra. No queremos restar importancia a algo superponiendo otro evento por encima, si no contraponer dos eventos y sopesar la importancia y los sentimientos que provoca cada uno de ellas.
Por otra parte, tenemos el relativismo moral, lo cual legitima, sopesa y valora de igual forma dos opiniones morales que pueden estar totalmente contrapuestas, pero son expresadas por dos mentes distintas, en contextos distinto e, incluso, en épocas distintas. Tampoco hablamos de esto. Habla del ahora y aquí, del taladro que inunda la mente de uno a cada rato que bajas un segundo la guardia. A eso que te quita el sueño y marca las ojeras. Permitidnos ser individualistas por un minuto. Después de esto, ¡colectivícense!.
Quítale hierro al asunto. Total ¡qué más da!, todo pasa.
DePedro dice: «déjalo ir, déjalo marchar, tienes algo que te pesa demás….déjalo ir, si no te va a arrastrar».
Y es que es verdad: podemos estar días, horas, semanas, pensando en algo que nos carcome por dentro, día y noche. Y, a veces, se hace insoportable. Paras un segundo y ahí está: ese error en el trabajo, esas dos palabras que cuestionan tu valía, esa discusión con amigos, esa ruptura, esa pelea familiar… y dale, y venga, rodando como la piedra de un molino en tu cabeza, minándote las energías, dándote cuanta que, al final del día, siquiera recuerdas qué has hecho (si es que has conseguido hacer algo), solamente está el molino dando vueltas, el cual ahora se ha convertido en gigante y promete una noche movidita.
Busca ayuda. Porqué salir, se sale. Pero ¿quieres? Es decir, suponemos que, cuando algo no sale del sentir de uno, es porqué quedan flecos, quedan partes que no entendemos, quedan historias sin final o, incluso, un final sin historia. Un «podría haberse hecho mejor», un «necesito arreglarlo»; «esto se podría haber evitado hablando como adultos»; «me siento como una mierda, ¿Por qué?, no lo sé… y, así, sucesivamente hasta que, ese gigante, te noquea y caes rendido a la incertidumbre, la desesperación, con las dos rodillas al suelo, los brazos abiertos pensado: «llévame, solo quiero dormir».
Y piensas que al día siguiente va a ser mejor, pues ya han pasado demasiadas horas desde que entraste en esa rueda de malestar mental que te lleva a no pensar en nada más, porqué eso y nada más, justo ese mísero evento, es el más importante de todos. Igual llevas 10-15-20 años de carrera profesional y un «es que esto deberías hacerlo mejor» te hunde hasta querer irte al monte a comer castañas y hablar con Dios; igual una mala época te hace replantearte todos tus sueños y crees no tener ninguno; igual pierdes tu ancla y empiezas a flotar a la deriva pensando que no hay más salida que encontrar una puerta de madera en la que flotar y que no esté Rose, que no deja espacio para nadie más. Pobre Jack.
Y ese pequeño(gran) acontecimiento que te atormenta día y noche es, sin duda, algo importantísimo. Tan importante que ocupa un 24/7 completo, sin descanso.
Al mismo nivel podríamos poner el apego material. Cuando somos bebés, un gran porcentaje de padres/madres siempre dicen: «la nena no quiere otra cosa si no es su conejito rosa, está marrón ya de la mierda que tiene pero, si se lo quito, llora». Apego material.
Es el primer coche que me compré, no voy al desguace con él ya que fue mi primer logro. Lo mantendré en casa lleno de polvo y cagarrutones de pájaros por encima porqué claro, YO lo conseguí. ¿Te vas a deshacer de eso? Eso era mío, del día que me casé. No tienes ni idea de lo que cuestan las cosas. No te has deslomado por comprarte eso, eso no se mueve de ahí; ¿quieres cambiarlo? Cómprate tu uno (inserte aquí lo que sea). Piensas: Pero… si no lo usas. Ya pero es MIO. Apego material.
¿Qué tan importante son esas cosas que, incluso al pasar del tiempo, ni recordamos que existieron? ¿Qué ocurre con nuestras cosas cuando marchamos con los pies por delante? Amigos, sorpresa: lo que no termina en un Ecoparc, termina en Wallapop. Y a lo único que quedó apego fue a la persona que las poseyó. Conservarás fotos si las hay; recuerdos…que con todo el descaro irán difuminándose en el tiempo; vivencias que crees que no están pero, en el fondo, son parte de ti, tu carácter y tu ser.
Y, ¿Qué tiene que ver la relativización de las cosas con el apego material? ¿Qué conexión hay entre un pensamiento intrusivo que te rompe y te hace perder piezas para arreglarte después, con el sentimiento de posesión y adueñamiento de bienes?
Fácil: hay que relativizarlo todo. Equiparar, no superponer. Pongamos en una balanza el valor de las cosas, el valor de las prioridades, el valor del mío, pon ese sentir emocional destructivo; al otro lado de la balanza, ponte tú, pon a los tuyos, pon las pérdidas, pon tu salud mental…
Y, cuando liberes ambos platillos de esa balanza, mira a ver cuál de los dos toca la mesa. Porque, ¿Sabes qué? Todo pasa. El dolor remite; la pérdida, se aparca; Y, junto con los recuerdos descaradamente difuminados, ese martillo pilón que te quita el sueño, se irá degradando, poco a poco, pero lo hará. Y verás, realmente, dónde estaba la importancia de las cosas. Y verás, claramente, que la importancia no estaba en las cosas que creías que eran tuyas, en tus posesiones, en tus pertenencias. Incluso, llega el fatídico día que te das cuenta que la importancia no está ni en tus sueños, no siempre se cumplen y el exceso de futuro te ha jugado una mala pasada. Y ese tormento, el cual hoy es muy importante, seguirá siéndolo, sin duda, en el futuro, será un aprendizaje, será una hostia bien da’, pero ¿Comparado con qué? ¿Me explico?
Porqué un día tu mundo se desmorona, te cambian las preguntas para las que ya tenías respuestas, nada encaja, y mientras todo avanza a tu alrededor, acelerándose como la centrifugadora de tu lavadora. Coges la vida como un puñado de arena seca y, encima hace viento. Mientras el resto del mundo tiene, posee, quiere, abarca, compra, almacena, necesita… mío, mío, mío no tuyo…. y no queda arena entre tus manos ya.
Y vas dejando de lado lo realmente importante, porque has dejado de relativizar, de poner en una balanza tus opciones, de mirar en perspectiva…y te olvidas de todo menos del gigante molinero que te atormenta desde hace meses.
Y, de repente un día….
Se le prende fuego a tu terraza.
¿Qué girito, eh? Yo pensé lo mismo el viernes por la noche: joder cómo se ha girado la velada.
Y piensas: LA GATA / PADRE / MADRE / VECINO / YO
Cada uno de ellos es un golpe en el corazón, como un puñetazo de culpa y rabia. Te tocas tú, 2 brazos, 2 piernas, bien. Aparece la gata, 4 patas, 20 bigotes, 0 unidades de heridas. Madre, padre ubicados. No ha pasado el fuego al vecino. Y, de repente, la balanza de la relatividad.
Pero no vamos a mentir: esto no es mío, se ha estropeado algo de lo que no soy dueña, se va a liar pardísima… molino cerebral activado a máxima potencia. Ataque de ansiedad, culpa, pena, incertidumbre… 5 días han pasado ya. Mañana viene el del seguro. Tengo los muebles nuevos medio elegidos, la pintura y los acabados.
¿Lo ves? ¿Se entiende ahora la relatividad de las cosas? Y, aunque sigas teniendo el mismo pensamiento, el mismo sentimiento rondándote la cabeza día y noche; aunque lo que te quite el sueño todos los malditos días aún siga asentado en la raíz de tu cerebro y tus pestañas, aún no entendiendo nada… sabes cómo realmente estaba lo que importaba y, gracias a dios, o a que todo lo que se quemó era corcho:
todo estaba bien.
Informática utópica... tanto que me gustaría que los que mandan no fueran los que son... que el dolar empapelara paredes y las sonrisas llenaran bolsillos...